Thursday, October 12, 2006

Diseños-2


Diseño preliminar de las cubiertas de Las Puertas del Paraíso

Esta es la imagen que hubiera deseado para la portada y contraportada de mi segunda novela. La figura de Cósimo de Médicis, obra del artista Pontorno, aparece en silueta sobre una reproducción del famoso fresco de Benozzo Gozzoli El Cortejo de los Magos (capilla del palacio Médicis, Florencia) virado a tono sepia. Desde mi punto de vista refleja, más que el diseño creado por MR, la atmósfera renacentista de la novela.

Diseños-1


Anuncio de Las Puertas del Paraíso
para la revista Salir Salir Urban

Friday, October 06, 2006



Benozzo Gozzoli • La Cabalgata de los Magos
Capilla del palacio Médicis. Via Carvour. Florencia
Fresco pintado en 1459



Entrevista a Julio Murillo
publicada en El Cruzado Aragonés y en el Diario del Alto Aragón
Autor: Ángel Huguet



¿A qué se debe tu inclinación por temas históricos lejanos y enrevesados y rodeados de intriga como ya se apreció en Las lágrimas de Karseb?

Bueno…, lo cierto es que no busco necesariamente que los temas sean enrevesados. Sólo busco épocas o asuntos que me atraigan lo suficiente. En mi primera novela se narraba un hecho de inmensa trascendencia en la historia de la humanidad, la pérdida de Constantinopla; en Las Puertas del Paraíso, el hecho histórico, como tal, no existe. Mi segunda novela es una novela de “marco histórico”, en la que la intriga se teje sobre un tapiz renacentista. La acción se desarrolla en 1459, año en el que ocurrieron muchas cosas en Florencia, asuntos que se narran con absoluta fidelidad: los Médicis, las obras de arte, el trabajo de humanistas como Marsilio Ficino recuperando a Platón, etcétera. Por tanto es una novela histórica, por su fidelidad y ambientación, pero buena parte de ella es ficción. Supongo que, en definitiva, estas novelas me permiten soñar, evadirme, aprender, viajar a épocas más… ¿románticas?

¿El éxito obtenido en tu primera novela refleja el interés de los lectores por estos temas tan definidos?

Es cierto que existe un fenómeno alrededor de las novelas que tratan sobre misterios, verdades ocultas y revelaciones que podrían cambiar el mundo. Risas. Parece que todo eso vende mucho. A la gente, lo de las teorías de la conspiración le inquieta y le divierte a un tiempo. Los libros tipo Código Da Vinci no soportan un análisis en toda regla, sólo están ahí para distraerse un rato. Yo no tengo nada que ver con esa clase de novelas. Escribo novelas sobre hechos históricos o novelas de marco histórico, con su buena dosis de ficción. Pero lo hago siempre con absoluto rigor. Mis ficciones resultan muy históricas. Lo cierto es que no me importa confesar que me anima la erudición y la empleo a la hora de revestir de veracidad todo lo que invento…

Entonces, ¿la novela histórica tiene foro, tal como la entiendes en tus dos obras?

Leí el otro día un informe, realizado por un periódico, sobre hábitos de lectura. Aportaba el dato de que el 80% de los lectores se decanta claramente por la novela y, de éstos, más del 42% confesaba su predilección por las novelas de corte histórico.

¿Qué hay detrás de Las Puertas del Paraíso?

Me documenté intensamente sobre los Médicis, sobre Cósimo Il Vecchio, el primer gran patriarca del clan; era banquero de la Santa Sede; protector de las artes; dueño de Florencia, tanto en lo económico como en lo político. Descubrí unas cuantas cosas muy poco conocidas. Me permitieron hilar la ficción del libro. En Las Puertas del Paraíso hay crímenes y conjuras, luchas por el poder, venganzas viejas –al más puro estilo vendetta mafiosa–. Pero también intriga referida a obras de arte –las famosas Puertas del Paraíso de Lorenzo Ghiberti–, relaciones entre hombres y mujeres, filosofía, amor por los libros y cultura de la época. En algunos momentos, al releer algún capítulo, pienso que es un libro de historia al que le he introducido una trama de ficción…

Dice la contraportada de la novela que es un deslumbrante mosaico de intrigas, violencia, filosofía, arte y amor…

Es cierto. Me encanta recrearme en esas cosas. Me gusta que lo que escribo destile belleza y violencia, costumbrismo, colores y tonos de las épocas a las que me remito. El Renacimiento fue un tiempo fascinante, único. Una encrucijada entre la espiritualidad y el materialismo en la que las gentes oscilaban entre la devoción y la ambición. Este libro encierra historias preciosas: la relación de Bernard con un niño en un orfanato; el desamor entre Cósimo y su mujer, la Condesa de Bardi; rivalidades entre potentados, que no dudan en buscar la perdición del contrario; odios viejos que regresan en forma de venganza sorpresiva y diabólica; leyendas de tesoros de antipapas y un sinfín de historias secundarias. Todo ello constituye un crisol, un mosaico fascinante.

¿Crees realmente que en esa época se libró un pulso entre la espiritualidad y el materialismo?

Sí. Esa época fue una encrucijada. Tras los siglos oscuros de la Edad Media, tiempo presidido por los dogmas, por el concepto de salvación y castigo, virtud y pecado, sobrevino ese Renacer, y con él, una mirada nueva al mundo y al hombre con mayúsculas. Por vez primera el hombre se siente responsable de su destino y de su suerte. Premios y desgracias no caen del cielo sino que son fruto de los propios actos. Curiosamente, la búsqueda de esa mística personal, de esos códigos de conducta, choca, de forma paradójica, con el desatado materialismo que se produce simultáneamente.

¿Dos buenas novelas alimentan el espíritu necesario para la tercera?

Supongo que sí. Me costó mucho tiempo, más de quince meses, escribir mi primera novela, Las Lágrimas de Karseb –que es una novela sobre la paz–; algo menos, unos diez meses, completar Las Puertas del Paraíso –que encierra una crítica nada velada al materialismo–. Trabajo ahora en un argumento que me atrae mucho, situado en la Grecia clásica. Pero no puedo contar demasiado sobre eso…

El hecho de ser periodista y creativo publicitario ¿facilita la posibilidad de escribir novelas?

El hecho de ser periodista facilita dominar la herramienta del lenguaje. Llevo muchos años escribiendo y en algunos momentos noto que el texto fluye como un torrente. La creatividad publicitaria me ha regalado la capacidad de imaginar, inventar, hallar argumentos o recursos. Supongo que las dos cosas constituyen un buen bagaje. De todos modos, creo que lo que más ayuda a la hora de dar forma a una novela es el potencial o la capacidad de soñar. Yo sueño las novelas, después las escribo.


Presentación de Las Puertas del Paraíso a cargo del escritor bilbaíno Juan Bas

Cuando mi buen amigo Julio Murillo me pidió que le hiciera la presentación en mi ciudad de esta novela, Las puertas del paraíso, pensé, luego he comprobado que con gratuidad, que se trataría de otra novela histórica o pseudo histórica de las que tanto abundan. Pero me une a Julio nuestra tintinofilia a machamartillo, el amor por el cine y la literatura y sobre todo el sentido de la lealtad entre amigos. Así que no dudé en decirle que sí, aun antes de leer el libro.
La sorpresa tras leer Las puertas del paraíso ha sido muy grata. Julio ha escrito una excelente novela, de argumento apasionante y con un ritmo sostenido que no flaquea durante las cuatrocientas páginas de la obra, lo cual es muy meritorio y difícil de conseguir. Yo diría que no se trata de una novela histórica, sino de misterio, de crímenes, en un marco de época: la Florencia del siglo XV, en pleno Renacimiento y anterior al descubrimiento de América. Es más una novela negra heterodoxa, un thriller, incluso con un sentido o un aire de novela victoriana en la administración narrativa de los cruentos asesinatos, y en los entresijos de la investigación de sus personajes protagonistas, unos peculiares detectives.
La elección de este marco histórico renacentista brinda a Julio desarrollar su novela en un ambiente lleno de misterios, de disimulos e impostaciones, de poder, de su lado oscuro manejado con hilos invisibles y terribles en contraposición con la luz y el arte que brota por todas partes en la Florencia renacentista. Y algo que me gusta mucho de la novela es que Julio no se deja llevar por su conocimiento histórico de la época y la ciudad. En todo momento, Julio Murillo sirve a la historia que cuenta y no se deja ahogar por un despliegue de erudición histórica y artística con la que sin duda cuenta. Es un libro culto sin cultismos: la erudición no empaña la trama.
Los protagonistas son una pareja de viajeros, Bernard Villiers, francés y médico, y Nikos Pagadakis, griego y filósofo. Por un lado, son los investigadores, una suerte de Holmes y Watson, respectivamente, y por otro, y esto también me gusta mucho, representan la luz de la razón, de la ciencia y del pensamiento libre en una época en que los detentadores del oscurantismo luchan por no perder su dominio sobre el pueblo ignorante ejercido a través de las supercherías religiosas, de la ortodoxia y del dogma incontestable. Uno de los pesos pesados de la historia con minúscula y con mayúscula es el fascinante Cósimo de Médicis, banquero, intrigante y vengativo, uno de los hombres más ricos y poderosos de Europa y terrible enemigo de sus enemigos.
Los frecuentes diálogos en la novela, que dan por un lado frescura y cercanía de los personajes, y por otro revelan la profundidad de los mismos, están conseguidos, son muy buenos.
Además de los citados, desfilan también por la novela, y son importantes para las tramas de la misma, otros personajes históricos reales, como Marsilio Ficino, que completa con los protagonistas el triángulo de pensamiento crítico, el mítico Renato de Anjou, que fue compañero de armas de Juana de Arco o san Antonino de Florencia, por citar algunos.
Para concluir por mi parte: Las puertas del paraíso es una sólida novela, con empaque, brillante como una película en tecnicolor y profunda como el corte a degüello del asesino. Una novela negra fronteriza que se nutre y articula con buenos elementos del género: el ejercicio del poder sin escrúpulos, la corrupción, el crimen, la venganza y los secretos inconfesables del pasado, ese pasado que vuelve siempre con la misma fuerza que emplea el verdugo para cortar la cabeza del condenado.

Feria del Libro de Bilbao • Junio de 2006













Una de las imágenes promocionales de Las Puertas del Paraíso. Cósimo de Médicis aparece en silueta junto a la portada del libro sobre un fondo rebajado del fresco La cabalgata de los Magos. obra de Benozzo Gozzoli (Capilla del palacio Médicis en Vía Larga, actual Vía carvour)

Las Puertas del Paraíso

La llegada a Florencia de Bernard Villiers, médico francés, y de su amigo Nikos Pagadakis, filósofo experto en obras clásicas, en la primavera de 1459 coincide con una serie de extraños y macabros crímenes. Dos influyentes miembros del Gremio de la Lana, antiguos aliados de Cósimo de Médicis, son asesinados mientras el banquero y sus socios intentan obtener una concesión de la Santa Sede para explotar un filón de alumbre —preciada sal que fija los colores en las prendas—, indispensable en la industria textil.
Bernard y Nikos trabarán amistad con Marsilio Ficino, un joven humanista protegido por Cósimo que trabaja en la traducción de las obras de Platón. Gracias a él, no tardarán en ser aceptados en el selecto círculo de artistas, políticos y nobles que rodea a los Médicis. Esa vinculación terminará por implicarles en una espiral de odio y venganzas que enfrentará en las calles a la poderosa familia florentina con sus máximos rivales, los Alberici. Bernard Villiers descubrirá, por las revelaciones de unos y otros, que la guerra por el alumbre forma parte de un plan magistral urdido por una mente diabólica que busca la perdición de los dos clanes. Sus sospechas y conjeturas le conducirán hasta las deslumbrantes puertas del baptisterio de San Juan: las Puertas del Paraíso, obra maestra de Lorenzo Ghiberti, que encierran la clave que resuelve el misterio.
Julio Murillo, tras el éxito obtenido con su primera y magistral novela Las Lágrimas de Karseb —finalista del Premio Nacional de Novela Histórica Alfonso X el Sabio—, recrea ahora, en todo su esplendor, la Florencia renacentista del siglo XV. Un deslumbrante mosaico de intrigas, violencia, filosofía, arte y amor; una encrucijada definitiva entre la espiritualidad y el materialismo.
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