Friday, October 06, 2006



Benozzo Gozzoli • La Cabalgata de los Magos
Capilla del palacio Médicis. Via Carvour. Florencia
Fresco pintado en 1459



Entrevista a Julio Murillo
publicada en El Cruzado Aragonés y en el Diario del Alto Aragón
Autor: Ángel Huguet



¿A qué se debe tu inclinación por temas históricos lejanos y enrevesados y rodeados de intriga como ya se apreció en Las lágrimas de Karseb?

Bueno…, lo cierto es que no busco necesariamente que los temas sean enrevesados. Sólo busco épocas o asuntos que me atraigan lo suficiente. En mi primera novela se narraba un hecho de inmensa trascendencia en la historia de la humanidad, la pérdida de Constantinopla; en Las Puertas del Paraíso, el hecho histórico, como tal, no existe. Mi segunda novela es una novela de “marco histórico”, en la que la intriga se teje sobre un tapiz renacentista. La acción se desarrolla en 1459, año en el que ocurrieron muchas cosas en Florencia, asuntos que se narran con absoluta fidelidad: los Médicis, las obras de arte, el trabajo de humanistas como Marsilio Ficino recuperando a Platón, etcétera. Por tanto es una novela histórica, por su fidelidad y ambientación, pero buena parte de ella es ficción. Supongo que, en definitiva, estas novelas me permiten soñar, evadirme, aprender, viajar a épocas más… ¿románticas?

¿El éxito obtenido en tu primera novela refleja el interés de los lectores por estos temas tan definidos?

Es cierto que existe un fenómeno alrededor de las novelas que tratan sobre misterios, verdades ocultas y revelaciones que podrían cambiar el mundo. Risas. Parece que todo eso vende mucho. A la gente, lo de las teorías de la conspiración le inquieta y le divierte a un tiempo. Los libros tipo Código Da Vinci no soportan un análisis en toda regla, sólo están ahí para distraerse un rato. Yo no tengo nada que ver con esa clase de novelas. Escribo novelas sobre hechos históricos o novelas de marco histórico, con su buena dosis de ficción. Pero lo hago siempre con absoluto rigor. Mis ficciones resultan muy históricas. Lo cierto es que no me importa confesar que me anima la erudición y la empleo a la hora de revestir de veracidad todo lo que invento…

Entonces, ¿la novela histórica tiene foro, tal como la entiendes en tus dos obras?

Leí el otro día un informe, realizado por un periódico, sobre hábitos de lectura. Aportaba el dato de que el 80% de los lectores se decanta claramente por la novela y, de éstos, más del 42% confesaba su predilección por las novelas de corte histórico.

¿Qué hay detrás de Las Puertas del Paraíso?

Me documenté intensamente sobre los Médicis, sobre Cósimo Il Vecchio, el primer gran patriarca del clan; era banquero de la Santa Sede; protector de las artes; dueño de Florencia, tanto en lo económico como en lo político. Descubrí unas cuantas cosas muy poco conocidas. Me permitieron hilar la ficción del libro. En Las Puertas del Paraíso hay crímenes y conjuras, luchas por el poder, venganzas viejas –al más puro estilo vendetta mafiosa–. Pero también intriga referida a obras de arte –las famosas Puertas del Paraíso de Lorenzo Ghiberti–, relaciones entre hombres y mujeres, filosofía, amor por los libros y cultura de la época. En algunos momentos, al releer algún capítulo, pienso que es un libro de historia al que le he introducido una trama de ficción…

Dice la contraportada de la novela que es un deslumbrante mosaico de intrigas, violencia, filosofía, arte y amor…

Es cierto. Me encanta recrearme en esas cosas. Me gusta que lo que escribo destile belleza y violencia, costumbrismo, colores y tonos de las épocas a las que me remito. El Renacimiento fue un tiempo fascinante, único. Una encrucijada entre la espiritualidad y el materialismo en la que las gentes oscilaban entre la devoción y la ambición. Este libro encierra historias preciosas: la relación de Bernard con un niño en un orfanato; el desamor entre Cósimo y su mujer, la Condesa de Bardi; rivalidades entre potentados, que no dudan en buscar la perdición del contrario; odios viejos que regresan en forma de venganza sorpresiva y diabólica; leyendas de tesoros de antipapas y un sinfín de historias secundarias. Todo ello constituye un crisol, un mosaico fascinante.

¿Crees realmente que en esa época se libró un pulso entre la espiritualidad y el materialismo?

Sí. Esa época fue una encrucijada. Tras los siglos oscuros de la Edad Media, tiempo presidido por los dogmas, por el concepto de salvación y castigo, virtud y pecado, sobrevino ese Renacer, y con él, una mirada nueva al mundo y al hombre con mayúsculas. Por vez primera el hombre se siente responsable de su destino y de su suerte. Premios y desgracias no caen del cielo sino que son fruto de los propios actos. Curiosamente, la búsqueda de esa mística personal, de esos códigos de conducta, choca, de forma paradójica, con el desatado materialismo que se produce simultáneamente.

¿Dos buenas novelas alimentan el espíritu necesario para la tercera?

Supongo que sí. Me costó mucho tiempo, más de quince meses, escribir mi primera novela, Las Lágrimas de Karseb –que es una novela sobre la paz–; algo menos, unos diez meses, completar Las Puertas del Paraíso –que encierra una crítica nada velada al materialismo–. Trabajo ahora en un argumento que me atrae mucho, situado en la Grecia clásica. Pero no puedo contar demasiado sobre eso…

El hecho de ser periodista y creativo publicitario ¿facilita la posibilidad de escribir novelas?

El hecho de ser periodista facilita dominar la herramienta del lenguaje. Llevo muchos años escribiendo y en algunos momentos noto que el texto fluye como un torrente. La creatividad publicitaria me ha regalado la capacidad de imaginar, inventar, hallar argumentos o recursos. Supongo que las dos cosas constituyen un buen bagaje. De todos modos, creo que lo que más ayuda a la hora de dar forma a una novela es el potencial o la capacidad de soñar. Yo sueño las novelas, después las escribo.

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